JUAN PLATA, CLÉRIGO YEBENOSO JUZGADO POR LA INQUISICIÓN (AÑO DE 1.598)

Fuente: AGN de México, Inquisición, 1598. Tlaxcala. Proceso contra Juan Plata, clérigo capellán del convento de monjas de Santa Catalina de Sena, de la ciudad de la Puebla de los Ángeles, de la villa de Yébenes junto a Toledo:

Largo y flaco como una espingarda, vehemente y afectivo, dotado más para la batalla que para el éxtasis, así era Juan Plata, natural de Yébenes,... capellán del convento de Santa Catalina de Sena [Puebla de los Ángeles de Nueva España (Hoy, México)], en la diócesis de Tlaxcala, donde hallaría su perdición. Porque allí es donde se le enreda la mirada en la cintura juncal de Agustina de Santa Clara,... donde compartirá con la beata poblana los gozos y las sombras, el arrumaco y el lecho. El caso bien merece que nos detengamos en los pliegos principales del proceso...

Preguntada (la testigo, sor Juana de San José) si sabe o ha oído que alguna persona haya dado escándalo en el convento (por habérsele hallado una vez encerrada con cierta persona en una celda, cerrada la ventana y acostada en una cama, y la dicha cierta persona salir de ella aprisa, alborotada y turbada, dando voces), dijo: Que cuando estaba enferma María de San Silvestre, del mal que murió, entró el padre Juan Plata, en compañía del padre Alonso de Espinosa, a visitar a la enferma y ayudarla a morir; y quedando con ella el padre Espinosa, fue el dicho Juan Plata, como a las ocho horas de la noche, a acostarse en una camilla que estaba en la enfermería, y vio ésta que María de Santo Tomás halló en ella al dicho Plata con Agustina de Santa Clara e Inés de San Pedro, y que no sabe otra cosa...


Lo cual se agrava más en la culpa de Juan Plata porque por sus confesiones consta realmente y con efecto que tuvo mal intento, porque dice que dio los dichos ósculos e hizo los dichos tocamientos por gusto y apetito al ponerse en semejantes peligros. El documento con las declaraciones del reo y los testigos especifica que Plata proponía casos a Agustina y sacaba ejemplos de ellos, resolviendo no ser pecado mortal los dichos ósculos, tomar caldos y medicinas pertenecientes a la lujuria, dar yerbas para impedir la generación, cortarse el frenillo para aumentar el deleite y entrar en el convento de monjas escalándolo. Después de haber resuelto que todas estas cosas no eran pecado, hicieron escrúpulos - dice el acta - de lo que tocaba al acto carnal, por lo que decidieron confersarlo. Descubiertas las malandanzas del calenturiento Plata, con su frenillo cortado, sus bien aireados fornicios -pues muchos de ellos los realizaba en la azotea- y sus posteriores pesadumbres, lógico es que acabara ante el Tribunal de la Inquisición. El sabio padre Alvaro Huerga pone el dedo en la llaga al escribir: "Lo que aquí interesa apuntar es que Plata, el capellán galanteador, no guardó la ropa, excediéndose a tiempo y a destiempo en alabanzas a la "santidad" de su amante"...

El dictamen termina dando fe de que, habiéndose recibido la causa a prueba, se le dio publicación de los testigos, añadiendo que Agustina de Santa Clara era cómplice de sus delitos; confesó lo sustancial de todos ellos y añadió que la dicha Agustina le había dicho cómo había conocido por espíritu que él había de ser Cardenal y Papa, a lo que él había respondido no tener tantas letras como convenía para aceptarlo, por lo que era mejor dejar las cosas como estaban. Es decir, con sus batallas campales en la azotea. Leer más

Manuel Barrios. El Baratillo. Álbum de Recuerdos. ABC. Edición Sevilla 13 Septiembre 1997.

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