ESTAMPAS YEBENOSAS ESCRITAS POR FELIX URABAYEN (AÑO DE 1.930)

Dejamos Orgaz al atardecer. La tierra se empina en plano levemente inclinado a ganar la estribación casi perpendicular del puerto de Yébenes. Desde el monte se ve toda la llanura, amortajada en la sábana infecunda de los barbechos, como un cuerpo demasiado exprimido por el trabajo que sólo aspira a dormir eternamente. Sangra el paisaje entre los desgarrones del sol que se pone, y la trama entretejida de los senderos y atajos es una red de venas blancas que se van anulando sobre las livideces de la piel. A los costados lejanos se amoratan los montes de Toledo, erizados de rañas azules en la cumbre, manchados en las laderas por pequeños corros blancos...
A nuestra espalda hay dos molinos de viento jubilados y maltrechos. Uno lo están deshaciendo, y a los golpes del martillo se desmorona también la rica leyenda de la llanura, cuna de una raza y fosa de un ideal. ¡Aspas de molino! ¡Fantasía de la tierra llana! ¡Quiero ofrendaros mi postrer plegaria, por lo mismo que caéis prosaicamente a los mandobles de los escuderos, sin aureola de martirio! Cualquier Sancho audaz os desclava por viejos e inservibles, porque el Bachiller Carrasco tritura en diez minutos con su fábrica de harinas vuestra molienda de un año. El trote cochinero de "Rocinante" ya no sirve: el siglo marcha a noventa por hora y embalando...
Tarde cercana al crepúsculo. Del caserío viene olor campesino a migas y torreznos. Tañen campanas, más cerca, más lejos. Nada se echa de menos en la clásica llanada... Ver recorte noticia
Felix Urabayen. Diario El Sol. Edición de 7 de diciembre de 1.930. Página 3.

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